Estuve realizando durante un tiempo la traducción de unos comentarios a la Divina Comedia que vienen de unas estupendas trasmisiones radiofónicas de hace unos años que fueron realizadas por Vittorio Sermonti, quien en Italia ha publicado también unos libros con el mismo contenido. El proyecto era de traducir toda la obra, pero nunca lo llevé a cabo ya que empecé a dedicarme a otras tareas. Realicé sólo unos cantos por iniciativa personal y de modo totalmente libre y sin el menor fin económico. El texto del poema no lo traduje yo sino que lo encontré en la Internet.
INFIERNO CANTO I
Los versos del comienzo de la Divina Comedia, en Italia, los conoce todo el mundo. El primer terceto de esta obra está tan profundamente arraigado en la memoria, que es casi un elemento imprescindible y propio de todo italiano, es parte del mismo ser italiano (n.d.t.).
En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
porque la recta vía era perdida.
…
Comienza así el poema más grande nunca escrito por un cristiano, en el que se cuenta de la peregrinación realizada por singularísima gracia divina por el poeta mismo Dante Alighieri, florentino de nacimiento, y para nada de costumbres, a través de los tres reinos de los muertos. Peregrinación que por alegoría significa el duro tirocinio moral y cognoscitivo de todo ser humano para librarse de su estado de culpabilidad y desesperación que le oprime, obtener paz para el breve tiempo de esta vida, y para la eterna la vertiginosa felicidad de la percepción de Dios. Pero además, y con un significado más general aun, también significa el itinerario de toda la cristiandad hacia el rescato común en la justicia.
La primera y casi elemental curiosidad de si Dante estuviera de verdad convencido de haber realizado este viaje imaginario en el más allá, o, por lo menos, si es esto lo que pretende que creamos nosotros los lectores, no tolera respuestas superficiales. Sobre este libro, como es generalmente sabido, se han escrito, literalmente, centenas de millares de otros libros, y contiene, este libro, pasajes, versos, adjetivos, pronombres, sobre cada uno de los que se han proporcionado, durante una exégesis de casi siete siglos, una multitud de interpretaciones inconciliables. El libro en su conjunto ha sido visto, leído, catalogado, como una visión beatífica, la novela teológica de todo ser humano, una epopeya alegórica y didáctica, un suma de ciencias herméticas, el panfleto cifrado de un templario, etc. pero también, ha sido visto como, el balbuceo sin sentido de un herético pedante, o incluso una escritura sacra. Es legítimo imaginar que muchas de estas interpretaciones hayan ido superponiendo a esta obra capas de significados segundos, terceros, y cuartos, que Dante mismo ignoraría y que probablemente no comprendería; pero también es cierto que muchos otros significados, laboriosamente tejidos por el poeta y escondidos bajo la trama del poema mismo, se han perdido para siempre. Pues, en cierto modo la candida pretensión de leer este libro como se leería una antología de emociones líricas, de leerlo, por así decirlo, con el corazón, a lo mejor es una pretensión un poco mezquina. También el corazón, de hecho, tiene sus propios prejuicios y una específica arrogancia. Nos queda sin embargo el consuelo de que un hombre nos haya destinado a nosotros, otros hombres, versos tan estupendos, puesto que en su tan alta y aguda locura, él creía en Dios y confiaba en nosotros.
Y bien! Dante Alighieri está contando que al llegar a la mitad de la vida humana, se dio cuenta de encontrarse en una selva oscura, y haber perdido el camino. Enseguida se sabrá que es de noche. En el Convivio, el tratado enciclopédico que Dante interrumpió al meter mano a la DC, la duración natural de la vida del hombre está fijada en los setenta años, conformemente a unos versículos de la Biblia, una compleja cábala numeral y las estimaciones de la ciencia médica de la época. En la selva oscura, por lo tanto, Dante se encuentra en los treinta y cinco años de edad. Que el año del cuento sea el 1300 parece ser cierto, tal y como veremos más adelante, y es probable que la noche sea la de entre el 25 y el 26 de marzo, a no ser la del 8 de abril, fecha en la que en aquel año caía el viernes santo. Se está, de todos modos, alrededor del equinoccio de primavera. El lugar geográfico, en cambio, es un sitio indeterminado del hemisferio boreal no muy alejado de la montaña de Sión. En términos simbólicos de todos modos sabemos que esta selva ‘salvaje y áspera y fuerte’, que es difícil de representar tal y como es terrorífica de recordar, significa, a la vez, un periodo atormentado e infeliz de la vida de Dante, y una fase de crisis institucional y de degradación moral del universo cristiano. Una selva tan ‘amarga’ que la muerte no lo es mucho más. Y sólo para tratar del bien que allí encontró, Dante está dispuesto a mencionar aquellas visiones espantosas que le visitaron en aquella selva. O, para ser más correctos, en el comienzo, al empezar aquella selva. De hecho si Dante poeta, no sabe decirnos de qué manera pudo entrar en ella, tan grande era su estado de sueño cuando dejó el ‘camino veraz’ –la diritta via- , tampoco nos dirá cómo consiguió salir de allí, y el cuento empieza justo cuando, Dante peregrino, al salir del bosque, que le había dado tanto pavor, ‘acongojado el corazón’, se asoma sobre una campo desierto, y mirando hacia arriba ve delinearse el dorso de un monte, o colina, ya alcanzado por los primeros rayos de sol matinal. El ‘planeta, que a todos lleva por toda senda recta’ es el sol, que la antigua cosmogonía de Tolomeo catalogaba como el cuarto de los planetas que giran alrededor de la tierra. Justo aquí, al pie del monte, comienzan el viaje y la historia. La selva famosa, que vive y perdura en la mente y en la memoria de todo italiano es poco más que un rápido prefacio. Ahora el miedo que había asaltado el peregrino se calma un poco, se ‘aquietó un poco el espanto’ que se había depositado en ‘el hueco del corazón’ de él, durante toda la noche que este avía pasado con tanto afán o angustia –pieta- y en este momentáneo alivio florece la primera y famosísima similitud del poema:
Y como aquel que con angustiado resuello
salido fuera del piélago a la orilla
se vuelve al agua peligrosa y la mira;
así mi alma, que aún huía,
volvióse atrás a remirar el cruce,
que jamás dejó a nadie con vida.
Es decir, como aquel que logra salir del mar proceloso casi sin poder respirar, da la vuelta y lo mira, de ese modo, su alma en la que perduraba el instinto a la huida, se volvió hacia atrás a mirar aquel camino que no dejó nunca a nadie con vida. ¿De qué ‘cruce’ se trata aquí exactamente? Más que de la selva, debería tratarse del confín, del límite fuera la selva, el pasaje entre la selva y el monte, que no ha sido nunca cruzado por un ser humano. Puesto que este cruce, debería significar, por alegoría el pasaje directo desde la vida en el pecado, es decir la selva, a la vida contemplativa, que el monte delineado en la luz del sol significa y promete. Sin embargo, este camino “directo” este “corto andar”, por el que Dante se aventura después de haber dejado descansar un poco el cuerpo cansado, no es, y es necesario aquí prestar atención, aquella ‘recta vía’ que él había abandonado como somnámbulo para perderse en la selva, puesto que este significaba el buen camino de la vida activa que, si queremos utilizar un esquema de dante enciclopedista, conduce a las personas sobrias y operosas, entre mil negocios y turbamientos, a la felicidad moral. Otro excelente camino es aquello trazado por el ejercicio intelectual que lleva al “miel de la contemplación”, aunque para recorrerlo, lo cual es justo lo que Dante tiene pensado hacer, es necesario librarse de las pasiones que oprimen nuestra pobre carne. Este optimo camino no es un atajo, es largo y extenuante, para alcanzar la cumbre del ‘deleitoso’ monte es necesario otro y más importante itinerario cognoscitivo, experiencia de la culpa y de la pena, y de la esperanza. El verso que indica, probablemente, el cansancio con el que Dante avanza claudicando hacia el monte a través de la ‘desierta playa’, ‘tal que el pie firme era siempre el más bajo’, justo por no tener una evidencia física, a ha sido motivo de sutiles y de despreocupadas lecturas alegóricas. Y pues, nada más empezar Dante a emprender este camino, se le presenta delante materializada como de la nada la imagen de una ‘pantera’ ‘muy ágil y veloz’ y de ‘piel manchada’ y le corta el camino de tal modo que él en repetidas ocasiones tiene la tentación de volver atrás. Sin embargo la hora matinal, y la dulzura de la estación le dan coraje y le dejan esperanza, ‘buen presagio’ ‘de aquella fiera la abigarrada piel’. En el texto original –a la gaetta pelle- es un galicismo claro. De hecho está empezando la primavera y el sol sube en el signo de Aries como cuando según tradición el Amor divino imprimió movimiento ‘por vez primera a aquellas cosas bellas’, los elementos del firmamento, creándolas. Por lo tanto la hora y la estación devuelven valentía al peregrino pero no tanto como para que no se vea espantado de nuevo por la aparición de un león, que se acerca furente por el hambre tanto que el aire mismo parece temblar. Sobre esta expersiòn a lo mejor puede confronatrse la poesìa de Cavalcanti ‘Chi è questa che vèn, ch'ogn'om la mira, che fa tremar di chiaritate l'àre’. Y la siguiente aparición es la de una loba, que ‘por su flacura’ parecía estar cargada ‘de todas las hambres’, es decir codicia de todo tipo. Con el horror que se desprende de su aspecto, -la sua vista- esta loba, que también ha aparecido del fondo negro de una pesadilla, como las dos bestias anteriores, comunica al peregrino tanta angustia que: ‘perdí la esperanza de la altura’, un verso que en su simpleza es misterioso. Se considera pacífico que las tres fieras que constituyen un obstáculo invisible para la ascensión del monte, es decir para el arrepentimiento y la conversión del pecador, son emblemas de un bestiario alegórico. Mucho menos pacífica es la asignación a cada animal de un determinado vicio o pecado. Siguiendo como de costumbre la línea explicativa de Sermonti, nos atendremos a las interpretaciones más antiguas que parecen ser las menos tortuosas. La pantera –lonza- significaría la lujuria, el león rabioso es la soberbia, y la loba la avaricia. Para quien insiste sobre el significado político de las tres fieras, se refiere en especial modo a la loba, que, efectivamente, al aparecer elimina las otras dos y en cierto modo las comprende. Esta bestia sin paz podría ser una figuración de Florencia, desmembrada por su propia codicia, o podría, e incluso con mayor probabilidad, ser la curia de Roma, y efectivamente deja margen para reflexionar la consideración que al haber extraído Dante las tres bestias de un oráculo del libro de Jeremías, en donde aparece el hambriento trío de la pantera, del león y del lobo, cambie de sexo al lobo. Delante de la loba, se estaba diciendo, el peregrino huye. Y en el estado de ánimo del avaro, (o según Contini del jugador) que no piensa sino a acumular y que cuando llega el momento que lo pierde todo cae en una melancolía obsesiva, Él se ve empujado por esta fiera engorda e inquieta en la oscuridad de la selva ‘donde calla el Sol’. Ni un ruido hasta aquí. La oscuridad es silencio del sol, callan incluso las imágenes. Y cuando en la ruinosa retirada se ofrece de repente a la vista de Dante personaje una figura amiga, Dante poeta la recuerda con una metáfora acústica como alguien que ‘por el largo silencio parecía mudo’ –fioco- es literalmente débil a la vista a lo mejor como si se tratara de una figura humana que parecía flébil, indefinida, casi como si aflorara desde una larga ausencia. Nada más verle en la playa desierta Dante grita algo como ‘ten piedad de mi seas quien seas, sombra o hombre concreto que seas’. Calmada y minuciosa la sombra responde: ‘No hombre, hombre ya fui, y lombardos fueron mis padres, y ambos por patria Mantuanos’, es decir, no soy hombre, fui hombre, y mis padres fueron de la Italia del norte, (esto significaba en la época de Dante lombardo) de Mantua; ‘Nací bajo Julio, cuando ya su parábola biográfica estaba al terminar, y ‘viví en Roma bajo el buen Augusto, en tiempos de los dioses falsos y embusteros’ (o mentirosos) es decir en tiempo de paganismo. Fui poeta, sigue la sombra, y canté de Eneas, ‘aquel justo hijo de Anquises’ que vino de Troya, después del incendio de la soberbia Ilion; pero tu, dice hablando con el peregrino, por qué vuelves a tratar de tanta angustia –noia- (es interesante mencionar que el término noia en el italiano de Dante tiene un carácter mucho más atormentado y fuerte que en el actual, que, por lo general, puede traducirse al español con ‘aburrimiento’) , ‘por qué no subes al monte que es principio y causa de completa felicidad?’ Le pregunta a Dante. Los datos biográficos proporcionados por esta sombra son ampliamente suficientes para que le reconozcamos, se trata del alma de Virgilio, el más grande poeta latino nacido en Mantua setenta años antes del nacimiento de Cristo, el ‘famoso sabio’ que la leyenda de la edad media describía como poseedor de un saber tan profundo arcano y desmedido que casi rozaba la magia negra, y aun así capaz de sentir una premonición acerca de la buena novela del nacimiento de Cristo. Dante le reconoce y encendiéndose de veneración, se dirige a este ‘Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente que expande de elocuencia tan largo río?’ y se recomienda para que la asiduidad con la que ha leído, y vuelto a leer, estudiado, su poema sirvan como mérito. Virgilio no es sólo su maestro sino también su ‘autor’ es decir, segundo la definición reportada en el Convivio, persona digna de ser creída y obedecida. Virgilio es el poeta con el que Dante se siente en deuda por el –bello stilo che gli ha fatto onore- es decir el bello estilo que le ha conferido tanto honor. ‘Bello estilo’ es término técnico y se equivale a estilo trágico; en el De Vulgari Eloquencia, el tratado en latín de retórica lingüística y poética también interrumpido al empezar la DC, Dante cataloga tres niveles estilísticos, el trágico o ilustre, el cómico o medio, el elegiaco o dimesso. Principal y máxima tragedia el la Eneida, y trágico es el estilo de las canciones sapienciales y morales que Dante había compuesto en la primera etapa de la madurez. Pero dicho esto, y a no ser por otra razón, sólo en consideración del hecho de que este poema se caracteriza por llamarse Comedia, habría que profundizar el discurso acerca de los tres estilos. Probablemente tendremos otras ocasiones. Siguiendo con el cuento, Dante señala a Virgilio la loba, y le suplica de salvarlo de aquella que lo hace temblar venas y arterias, y temblando se echa a llorar. Virgilio lo reconforta con elocuencia circunstanciada, dice: “si quieres salir vivo de esta selva sin cruzarte con la loba, debes tener otro viaje”, recordemos el ‘optimo camino’ del que hablamos, “de hecho esta bestia que te hace pedir socorro no deja pasar a nadie, sino que impide el paso de tal modo que acaba matando, y tiene una índole tan perversa y mala que nunca está satisfecha y tras comer tiene más hambre que antes. Son muchos los animales con los que se apareja y muchos más van a ser aun hasta que venga el Lebrel, que le dará dolorosa muerte”. Virgilio se expresa con gran claridad, y de un modo muy llano, sin embargo la loba de la que está hablando sigue siendo aquella madeja de alegorías sobre la que casi siete siglos de interpretación no han sido suficientes para poner orden. Por ejemplo no se tiene claro quienes son los muchos animales con los que se apareja, y si se trata de vicios o de personas. El Lebrel, además es un mero emblema, escondido en la deliberada oscuridad de la profecía: ‘no se alimentará de tierra ni de peltre, mas de sabiduría, de amor y de virtud y su patria estará entre fieltro y fieltro’. El Lebrel es un perro de caza ágil y despiadado, pero esta figura, a qué se refiere? De qué alusión se trata? Quién echará de Italia y del mundo cristiano la avaricia y la codicia que los destrozan? Se trata de un papa, o mejor aun de un emperador, o un determinado príncipe gibelino o un orden de frailes mendigos, o incluso de Dante mismo? Acerca de la identidad de este redentor del orden terrenal, hoy en día la mayoría de los exegetas prefiere no pronunciarse, y pensar que el mismo autor no entendiese referirse a una persona determinada de la historia. Pero, bien, entre las muchas profecías que se encuentran la DC esta es la única que tenga como objeto un evento que todavía no se había realizado en el momento en el que el poeta la escribió, es decir es la única auténtica profecía de la Comedia y de Dante. El peltre es una liga metálica utilizada en la acuñación de monedas y que el nacimiento del Lebrel se realizará probablemente entre prendas pobres, ‘fieltro y fieltro’, aunque se ha pensado también que con el primer ‘fieltro’ el poeta apuntase bien la ciudad de Feltre, o una esfera del cielo, el sombrero de Castor, etc. y también respecto al segundo ‘fieltro’ se maneja un gran abanico de opciones. Lo que está claro es que este Lebrel está destinado a salvar aquella humilde Italia para la que murieron en batalla los héroes de la guerra legendaria entre itálicos y troyanos, objeto de la poesía de Virgilio en la Eneida que la trata con imparcial piedad, que perseguirá a la loba ‘de cuidad en ciudad’ –di villa in villa- hasta segregarla otra vez, en ‘lo profundo del infierno, de donde la envidia la hizo salir primero’, la envidia de Lucifer. Aquí Virgilio comunica a Dante de haber tomado por su bien, en el texto italiano –lo tuo me’- “me’” forma abreviada de –meglio-, la decisión de conducirle a través de los espacios sin tiempo en los que escuchará los ‘desesperados aullidos’ y reconocerá a los ‘antiguos espíritus dolientes’, todos que invocan la segunda muerte, es decir a lo mejor el aniquilamiento definitivo en el lago de fuego que el libro del Apocalipsis promete a los condenados como extremo y desesperado epilogo. Dante verá también aquellos que en las llamas del Purgatorio ‘están contentos’ expían contentos sus propias culpas puesto que saben que entrarán, tarde o temprano, entre las gentes beatas, del Paraíso, y para visitar a estas últimas, termina el famoso sabio, y siempre si Dante tendrá el amino de desearlo, necesitará una guía más digna que él, y con ésta le dejará al despedirse. De hecho el Emperador que reina allá arriba, (si es verdad que todo pertenece al Impero de Dios, allá encima está su palacio real), no quiere que yo entre en la ciudad celeste, puesto que fui rebelde a su Ley. ¡Feliz aquel a quién para su reino escoge! Dante por lo tanto empieza en respuesta a decir que vuelve a suplicar que este le salve en nombre del Dios al que no conoció del mal que se le presenta delante y peor de la perdición eterna, de conducirlo allá dónde él dijo así que pudiere ver la puerta de san Pedro y aquellos condenados del infierno que me has representado como inmersos en tanta desesperación, ‘aquellos tan tristes que tú dices’. El antiguo poeta se mueve, el poeta moderno lo sigue. Y así concluye este primer canto, discontinuo irreal, nítido, como el cuento de un sueño. Pero para poder orientarse en este libro tan inmenso, complejo y grande como un universo, será necesario seguir adelante. De momento empecemos por el comienzo:
En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
porque la recta vía era perdida.
¡Ay, qué decir lo que era es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
cuyo recuerdo renueva la pavura!
Tanto es amarga, que poco lo es más la muerte:
pero por tratar del bien que allí encontré,
diré de las otras cosas que allí he visto.
No sé bien redecir como allí entré;
tan somnoliento estaba en aquel punto,
cuando el veraz camino abandoné.
Pero así como llegué junto al pie de un monte,
allá donde aquel valle cesaba,
que de pavor me había acongojado el corazón,
miré en alto, y vi sus espaldas
vestidas ya de rayos del planeta,
que a todos lleva por toda senda recta.
Entonces se aquietó un poco el espanto,
que en el hueco de mi corazón había durado
la noche entera, que pasé con tanto afán.
Y como aquel que con angustiado resuello
salido fuera del piélago a la orilla
se vuelve al agua peligrosa y la mira;
así mi alma, que aún huía,
volvióse atrás a remirar el cruce,
que jamás dejó a nadie con vida.
Una vez reposado el fatigado cuerpo,
retomé el camino por la desierta playa,
tal que el pie firme era siempre el más bajo;
y al comenzar la cuesta,
apareció una muy ágil y veloz pantera,
que de manchada piel se cubría.
Y no se apartaba de ante mi rostro;
y así tanto me impedía el paso,
que me volví muchas veces para volverme.
Era la hora del principiar de la mañana,
y el Sol allá arriba subía con aquellas estrellas
que junto a él estaban, cuando el amor divino
movió por vez primera aquellas cosas bellas;
bien que un buen presagio me auguraban
de aquella fiera la abigarrada piel,
la ocasión del momento, y la dulce estación:
pero no tanto, que de pavor no me llenara
la vista de un león que apareció.
Venir en contra mía parecía
erguida la cabeza y con rabiosa hambruna,
que hasta el aire como aterrado estaba:
y una loba que por su flacura
cargada estaba de todas las hambres,
y ya de mucha gente entristecido había la vida.
Tanta fue la congoja que me infundió
el espanto que de sus ojos salía,
que perdí la esperanza de la altura.
Y como aquel que goza en atesorar,
y llegado el tiempo en que perder le toca,
su pensamiento entero llora y se contrista;
así obró en mi la bestia sin paz,
que, viniéndome de frente, poco a poco,
me repelía a donde calla el Sol.
Mientras retrocedía yo a lugar bajo,
ante mis ojos se ofreció
quien por el largo silencio parecía mudo.
Cuando a éste vi en el gran desierto
Ten piedad de mí, le grité,
quienquiera seas, sombra u hombre cierto.
Respondióme: No hombre, hombre ya fui,
y lombardos fueron mis padres,
y ambos por patria Mantuanos.
Nací sub Julio, aunque algo tarde,
y viví en Roma bajo el buen Augusto,
en tiempos de los dioses falsos y embusteros.
Poeta fui, y canté a aquel justo
hijo de Anquises, que vino de Troya,
después del incendio de la soberbia Ilion.
Pero tú, ¿Porqué a tanta angustia te vuelves?
¿Porqué no trepas el deleitoso monte,
que es principio y razón de toda alegría?
¡Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente
que expande de elocuencia tan largo río?
le respondí, avergonzada la frente.
¡Oh! De los demás poetas honor y luz,
válgame el largo estudio y el gran amor,
que me han hecho ir en pos de tu libro.
Tú eres mi maestro y mi autor:
tú sólo eres aquel de quien tomé
el bello estilo, que me ha dado honor.
Mira la bestia por la que me he vuelto:
socórreme de ella, famoso sabio,
porque hace temblar las venas y los pulsos.
Otro es el camino que te conviene,
respondió al ver mis lágrimas,
si quieres huir de este lugar salvaje;
porque esta bestia, por la que gritas,
no deja a nadie pasar por el suyo,
sino que tanto impide, que mata:
su naturaleza es tan malvada y cruel,
que nunca satisface su hambrienta voluntad,
y tras comer tiene más hambre que antes.
Muchos son los animales con que se marida
y muchos más habrá todavía, hasta que venga
el Lebrel, que le dará dolorosa muerte.
No se alimentará de tierra ni de peltre,
mas de sabiduría, de amor y de virtud
y su patria estará entre fieltro y fieltro.
Será la salud de aquella humilde Italia,
por quien murió la virgen Camila,
Euriale, y Turno y Niso, de sus heridas:
De ciudad en ciudad perseguirá a la loba,
hasta que la vuelva a lo profundo del infierno,
de donde la envidia la hizo salir primero.
Ahora por tu bien pienso y entiendo,
que mejor me sigas, y yo seré tu conductor,
y te llevaré de aquí a un lugar eterno,
donde oirás desesperados aullidos,
verás a los antiguos espíritus dolientes,
cada uno clamando la segunda muerte;
después verás los otros, que en el fuego
están contentos, porque unirse esperan,
cuando sea, a las felices gentes;
a las cuales, después, si quisieras subir,
un alma habrá más digna que yo para tu ascenso;
te dejaré con ella, cuando de ti me parta:
que aquel emperador, que allá arriba reina,
porque rebelde fui a su ley,
no quiere que a su ciudad por mi se llegue.
Impera en todas partes, y allá reina,
allá está su ciudad y allá su alta sede:
¡Feliz aquel a quién para su reino escoge!
Y yo a él: Poeta, te intimo
por aquel Dios que no conociste,
de éste y de peor mal que yo me salve,
que allá me lleves donde tú dijiste,
así que vea la puerta de san Pedro,
y a aquellos tan tristes que tú dices.
Entonces se movió, y yo me pegué detrás.